martes, 1 de julio de 2008

Curriculum Mortae

CURRÍCULUM MORTAE
Esta historia está basada en hechos ficticios. Cualquier parecido con lo imaginado es cierto. Los personajes no existen (al menos eso espero...)


—¿Habla español?
—Sí. Aunque tengo pasaporte estadounidense, soy originario de Cuba.
—Aahh..., Cuba... ¿Sexo?
—Mmm..., se hace lo que se puede. Un par de veces por semana. Pero... ¿a qué viene esta pregunta?
—Disculpe señor, he de preguntárselo. Viene aquí, en el formulario, pero creo que me ha malinterpretado: no me refería a su número de polvos semanales, sino a su sexo, a su género.
—Ah, ya. Pues masculino, ¿no lo ve?
—Sí, sí, perfectamente, pero hágase cargo. Me limito a cumplir el protocolo. Tengo que preguntarle todo lo que pone aquí, por ridículo que parezca. Y usted debe responder a todo si quiere que su expediente se formalice.
—Vale, perdone. No seré yo quien le diga cómo tiene que hacer su trabajo. Continúe, por favor.
—Bien, adelante. A ver... ¿Raza?
—Pues usted mismo...
—Conteste, por favor.
—De color, como dicen aquí... ¡Pues negro!, como por otra parte es bastante evidente. Me da en la nariz, respingona, por si tiene que apuntarlo, que...
—Cachondeos los precisos, señor Orozco.
—Pues me da en la nariz que esto es precisamente eso. Un cachondeo.
—Buscar trabajo no es precisamente como para tomárselo a coña. Y yo no tengo toda la mañana para rellenar su petición de búsqueda de empleo. Así que, le repito, conteste y no haga comentarios. ¿Seguimos?
—Como guste, compadre.
—Pues al lío. ¿Edad?
—Cuarenta y tres, recién cumpliditos.
—Felicidades pues. ¿Estado civil?
—Aparentado.
—¿Aparen...qué?
—Aparentado, sí. Amancebado... ¿cómo lo llaman aquí?
—¿Cómo voy a saber cómo llaman aquí a algo que no sé que significa? Explíquemelo usted, señor Orozco. Yo sólo tengo en el papel cuatro variedades: casado, soltero, viudo o divorciado. Las normales, las de toda la vida.
—Pues le falta una: la mía. ¿Acaso en este país las parejas no se van a vivir juntas sin necesidad de casarse? Pues así estoy yo. Soltero pero casado. No sé si me explico...
—Ya. Pareja de hecho.
—Pues póngalo.
—No puedo. No tengo esa opción en el formulario.
—Pues vaya un formulario antiguo que tiene usted, señor...
—Regodón. Anselmo Regodón, para servirle.
—Pues ya me dirá, Regodón. ¿Qué quiere? ¿Qué vuelva a Estados Unidos, me case, y luego regrese para que usted pueda rellenar su ridículo formulario correctamente?
—No tengo muchas más alternativas, pero creo innecesario que se vaya ahora tan lejos. Por cierto, ¿es que su pareja se ha quedado en América?
—Eso no es asunto suyo, Anselmo.
—Ya. Era simple curiosidad. Veamos. Llamaré a mi supervisor para que me indique qué es lo correcto en estos casos. Disculpe.

(Tras unos momentos de conversación telefónica, aprovechados por Silvio Orozco para aliviarse en el servicio, Anselmo Regodón retomó la entrevista visiblemente contrariado.)

—Ya. Me acaba de decir mi superior que su estado civil es soltero. No sé cómo no me he dado cuenta. Con lo poco que le gusta que le molesten con tonterías...
—Bueno hombre. Usted no tenía porqué saber dónde poner la cruz.
—No crea. Se supone que tenemos que estar preparados para pequeños contratiempos como éste. En fin, sigamos pues. ¿Hijos?
—¿Varones?
—Da igual hombre, no sea quisquilloso. Hijos o hijas
—Pues uno de cada. Ocho y seis años. ¿Quiere ver las fotos?
—Quite, quite. Familiaridades las precisas. ¿Dirección y teléfono?
—¿No acaba de decir que familiaridades las precisas?
—Me cag...
—Pare el carro Anselmo, que era una broma. Pues mire: voy a estar en casa de unos compadres disidentes, en la calle Julián Juárez número 2. De aquí, de la capital. El código es el 59009. Teléfono no tengo todavía, pero se lo haré saber en cuanto pueda.
—No se olvide. Necesitamos su número para avisarle inmediatamente si aparece algo.
—Descuide.
—Bien. A ver, ya queda poco. ¿Estudios?
—Licenciado en Medicina y Cirugía por la Universidad de Santiago.
—¿De Compostela?
—No. De Cuba. Santiago de Cuba.
—O sea, médico.
—Más o menos.
—Defínase. O se es o no se es, pero más o menos...
—Es que médico, lo que se dice médico, no soy, bueno, no era; ahora sí quiero serlo. Quiero ejercer. No sé si me entiende.
—Me temo que no, amigo Orozco. Me está usted volviendo a liar otra vez. ¿Estudió Medicina sí o no?
—Sí, la estudié y la terminé, con cum laude.
—No le preguntaré qué es eso de culaude, por si acaso me toca llamar otra vez al supervisor. Con saber que estudió para médico me basta. Por último, ¿alguna especialidad?
—Sí. Anestesista. Creo que aquí hay una gran demanda de mi especialidad.
—No le quepa duda. Un buen montón de anestesistas de Sudamérica han pasado por esta misma oficina, y todos están felizmente trabajando. Verá qué pronto le llamamos a usted.
—Ojalá. Buena falta me hace.
—Confíe en mí. Déjeme un currículum y lo haré llegar a todos los hospitales de la región.
—¿Un currículum? ¿Es necesario? ¿No le vale con mi expediente académico?
—Hombre, pues sí, pero el currículum le puede abrir muchas puertas. Un buen currículum vitae... Los anestesistas suelen salvar muchas vidas. Al menos eso creo.
—Es cierto. En situaciones límite somos nosotros los que solemos sacar adelante a muchos pacientes, sí, pero es que...
—Diga, diga.
—Que dejé los Estados Unidos para venirme aquí precisamente por mi currículum. Más que vitae, era mortae.
—Ahora sí que estoy perdido. ¿Qué quiere decir?
—Pues que no pude seguir un minuto más con mi trabajo. Lo dejé después de más de diez años de dedicación exclusiva. Cada vez se me hacía más cuesta arriba ir a trabajar.
—Pues francamente, sigo sin comprender...
—Trabajaba en un penal de Texas, en el corredor de la muerte. Yo era el médico encargado de administrar la inyección letal a los condenados a la pena capital. Verdugo, vamos. ¿Entiende ahora lo del currículum mortae?


N. del A. En la actualidad, Silvio Orozco ejerce su profesión en la sala nº 12 de necropsias del cementerio civil de Valdelalaguna de los Ríos, en donde rinde ejemplarmente con su condición de anestesista de cadáveres. Hasta el momento sus éxitos se cuentan por autopsias, en las que no hay constancia de reclamaciones

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